¿Es necesario trabajar la flexibilidad?
Para empezar a trabajar la flexibilidad debemos entender bien el concepto y su escasa relación, en muchas ocasiones inversa, con […]
Para empezar a trabajar la flexibilidad debemos entender bien el concepto y su escasa relación, en muchas ocasiones inversa, con la elasticidad. Por trabajar la flexibilidad entendemos la capacidad de elongarse de un determinado tejido, siendo esta superior cuanto mayor sea la diferencia entre la longitud en reposo y máxima elongación, aunque en ejercicio y deporte se suele relacionar más con el rango de movimiento de una determinada articulación algo que, en muchas ocasiones, ni siquiera tiene que ver con los tejidos sino con un tope anatómico meramente morfológico de la articulación en cuestión.
En cuanto a la elasticidad, no es más que la capacidad de recuperar la posición inicial una vez estirado. Esto viene determinado por la capacidad contráctil del músculo y en muchas ocasiones, sobre todo cuando se ha trabajado la flexibilidad de manera indiscriminada, es inversamente proporcional. Dicho de otra manera, según cómo se haya conseguido un supuesto aumento de la flexibilidad es muy posible que al trabajar la flexibilidad se haya perdido elasticidad ergo capacidad contráctil, ergo capacidad para estabilizar la articulación, sobre todo en ese nuevo rango que habremos abierto aumentando el riesgo de lesión.
Ahora bien, ¿Es necesario, beneficioso, o interesante trabajar la flexibilidad con el mero objetivo de aumentar el rango de movimiento? Las evidencias existentes, a diferencia de lo que la gente cree, nos dicen que en la mayoría de casos no, pudiendo incluso ser perjudicial para nuestra salud articular si esta va acompañada, como es habitual, de una pérdida de elasticidad.
Soy consciente de que una supuesta falta de flexibilidad se ha asociado habitualmente, sobre todo por algunos profesionales de la fisioterapia, con un mayor riesgo de lesión pero esto, tal y como hemos visto antes, carece de sentido excepto en dos casos muy concretos:
- El primer caso sería aquel en el que se observa una evidente diferencia de rango en la misma articulación de ambos hemisferios. Esto pondría de manifiesto un desequilibrio en el juego de fuerzas que ejercerían los diferentes músculos implicados o bien una diferente morfología. Sea como sea este desequilibrio provocaría una mecánica ineficiente que si que podría aumentar el riesgo de lesión al generar un mayor estrés del habitual en las estructuras que soporten, e intenten compensar, este desequilibrio.
- Cuando la movilidad no es la suficiente para desempeñar una serie de movimientos que, si o si, vamos a tener que realizar ya sea en nuestro día a día o bien porque nos lo exige el deporte que practicamos. En estos casos, evidentemente, si sobrepasamos el rango de seguridad constantemente, es muy posible que en alguna ocasión también lo hagamos con el umbral de rotura, provocando la lesión. En caso de que dispongamos del rango suficiente para desempeñar los movimientos exigidos tanto en nuestro día a día como en nuestro deporte no tendrá sentido, incluso podría ser desaconsejable, trabajar la flexibilidad para intentar aumentar aumentarlo indiscriminadamente.
En ambos casos no tendría sentido medir la flexibilidad de manera exclusivamente pasiva, es decir, con la musculatura relajada y mediante la asistencia de un compañero o terapeuta, siendo más inteligente hacerlo de manera activa, mediante la contracción de nuestros propios músculos pues de nada me sirve conocer mi rango pasivo sino aquel que soy capaz de desarrollar de manera voluntaria ya que es este, y no el pasivo, el que desarrollaré en mi día a día o en mi deporte y el que determinará si es suficiente o no para una correcta y segura ejecución de los diferentes movimientos. Tampoco debemos olvidar que en muchos casos una diferencia de rango en ambos hemisferios no es debido a una falta de flexibilidad del músculo que se estira, sino de una falta de capacidad contráctil del músculo que se contrae conforme se va acortando y, por tanto, difícilmente lo solucionaremos estirando el primero.
Conclusión: En deporte como en salud, lo verdaderamente importante no es contar con la máxima flexibilidad sino con la suficiente como para poder desarrollar los movimientos cotidianos. Mucha gente que dispone de este rango intenta aumentarlo de manera indiscriminada al trabajar la flexibilidad como factor de salud o rendimiento, cuando en lugar de ello deberían preocuparse por estabilizar ese rango mínimo necesario y corregir los desequilibrios que puedan existir.