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Los mentirosos de la ciencia

Hace tiempo que estudié teoría de la conducta humana y poco de lo que recuerdo (síntoma de la escasa utilidad […]

Los mentirosos de la ciencia

Hace tiempo que estudié teoría de la conducta humana y poco de lo que recuerdo (síntoma de la escasa utilidad de mucho de lo que se estudia en la universidad) es la teoría de la conducta de Maslow. Básicamente decía que se puede llegar a la autorealización personal por dos caminos. La elección del camino dependía, dicho de una manera muy simplista, de lo que en mi casa llamamos “ser o no ser tu trabajo”. Para mi y para mi mujer las personas pueden ser o no su trabajo. Hay quien es Pepito Grillo, Doctor en alguna materia sujeta a este tipo de consideración, y quien es Pepito Grillo a secas, aún cuando muchos de estos pueden ser a su vez arquitectos, ingenieros o investigadores. Esto me devuelve a la famosa pirámide de Maslow donde aquellos que “son” su trabajo sólo pueden obtener la autorealización profesional mediante el reconocimiento profesional. Así nacieron premios como el premio Nobel o el Oscar entre otros muchos. Un motorcito que le sirve a algunos para seguir trabajando duro con el objetivo o la aspiración de poder lograr uno de estos reconocimientos en el futuro y, de paso, la tan ansiada realización profesional y personal.

¿Qué pasaría si llegara un momento en que la ambición se desvirtuara y en lugar de obedecer a fines nobles se viera condicionada por intereses comerciales o personales en lugar de colectivos? Esto es algo que llevo tiempo denunciando y que por fin los principales medios me dan la razón gracias a la valentía más que admirable de Randy Schekman, último premio Nobel de Medicina. Mi nuevo héroe publicó una columna en The Guardian un día antes de la ceremonia de entrega denunciando las malas artes que imperaban en la investigación actual y aprovechó la gala, una vez se había hecho público su nombramiento y ya no se lo podían quitar, para seguir con su denuncia frente a los ojos expectantes de todo el planeta. En su columna, traducida a nuestro idioma y reproducida íntegramente en EL PAÍS, decía:

“Los sistemas imperantes de la reputación personal y el ascenso profesional significan que las mayores recompensas a menudo son para los trabajos más llamativos, no para los mejores. Aquellos de nosotros que respondemos a estos incentivos estamos actuando de un modo perfectamente lógico —yo mismo he actuado movido por ellos—, pero no siempre poniendo los intereses de nuestra profesión por encima de todo, por no hablar de los de la humanidad y la sociedad”

Si nos centramos en la teoría de Maslow que comentaba al principio de este post, observamos como esta naturaleza impresa en nuestro ADN puede hacer que algunos desaprensivos busquen el reconocimiento a toda costa sin importar los medios. En el caso de la investigación científica el reconocimiento está estrechamente relacionado con el número de estudios publicados lo que hace que algunos piensen en publicar a toda costa, y para conseguir esto tan sólo necesitamos un medio que esté dispuesta a hacerlo.

Todas las publicaciones científicas necesitan dinero para subsistir. Este dinero se consigue mediante benefactores, patrocinadores, anunciantes y subscriptores, y estos cuatro aumentan conforme lo hace la reputación de la publicación. Si un investigador analiza la relación de beber agua de lluvia y cáncer y concluye que no lo cura nadie lo publicará y habrá malgastado el poco presupuesto de investigación de su universidad pero… ¿Qué ocurriría si obtuviera el resultado opuesto? El primer paso sería enviarlo a todas las publicaciones y elegir de todas las que respondieran la que mayor prestigio tuviera. Estas publicaciones verían en este estudio una oportunidad de negocio asombrosa porque un resultado así supondría aparecer en todos los medios de información general, en sus páginas web con link al medio original lo que provocaría millones de visitas. Esto significa más ventas de ese número y del estudio a través de la plataforma online pero también más anunciantes, subscriptores, patrocinadores y benefactores. Schekman lo resume así de sencillo en su carta:

“Estas revistas promocionan de forma agresiva sus marcas, de una manera que conduce más a la venta de suscripciones que a fomentar las investigaciones más importantes”

¿Qué necesitamos entonces para aumentar nuestro prestigio en caso de ser investigador? Publicar. ¿Qué necesitamos para publicar? Un resultado llamativo. Y esto nos lleva al siguiente extracto de la carta de mi héroe:

“Los sistemas imperantes de la reputación personal y el ascenso profesional significan que las mayores recompensas a menudo son para los trabajos más llamativos, no para los mejores. (…) Un artículo puede ser muy citado porque es un buen trabajo científico, o bien porque es llamativo, provocador o erróneo. Los directores de las revistas de lujo lo saben, así que aceptan artículos que tendrán mucha repercusión porque estudian temas atractivos o hacen afirmaciones que cuestionan ideas establecidas”

El sector del acondicionamiento físico no es diferente. Tenemos un gran número de investigadores que nada más terminar la universidad prefirieron no entrar a competir en el mercado laboral y consideraron más oportuno o interesante quedarse en la universidad labrándose un futuro como investigadores. Estos profesionales no escapan a las ambiciones que Maslow proponía en su teoría y que Schekman denuncia en este otro extracto:

“Los incentivos que se ofrecen a mis compañeros no son unas primas descomunales, sino las recompensas profesionales que conlleva el hecho de publicar (…) Dado que los comités encargados de la financiación y los nombramientos suelen usar el lugar de publicación como indicador de la calidad de la labor científica, el aparecer en estas publicaciones suele traer consigo subvenciones y cátedras”

Últimamente he leído y denunciado estudios que claramente estaban viciados desde el principio con el único fin de ser publicados a toda costa o bien favorecer intereses comerciales ocultos. Desde un estudio que concluía que los alimentos Bio o ecológicos no aportaban ninguna ventaja nutricional pero que sólo analizaba los micronutrientes que no se ven afectados por los productos químicos utilizados por la industria agroalimentaria y ganadera, hasta un estudio que concluía que los refrescos light engordan más que los azucarados. Este último se basaba en una encuesta a niños donde aquellos con sobrepeso ingerían más productos light que el resto y sólo con esto establecía la relación. Mi pregunta es ¿Qué niño toma refrescos light? Claramente aquel que él o sus padres están preocupados por su sobrepeso. Sería como concluir un estudio asegurando que el consumo de antidepresivos provoca suicidios porque muchos de los suicidas los consumen. Evidentemente si el resultado hubiera sido el contrario no se habría publicado con tanta facilidad y lo que es más importante, ningún medio de información general se habría hecho eco. Otra pregunta que debemos hacernos es ¿Qué industria, o más bien qué lobby, se ve beneficiado con estos resultados tan llamativos? Porque sin duda para llevar a cabo estos estudios hace falta dinero y alguien que lo ponga.

Cualquiera con unos mínimos conocimientos de biomecánica conoce maneras de amañar un estudio para que los resultados sean favorables, desde alterar el brazo de polea de la máquina, hasta seleccionar individuos morfológicamente más predispuestos a obtener los resultados deseados. Incluso un Peer-Review se puede adulterar si los revisores eligen los estudios que les interesan y excluyen aquellos cuyos resultados no estén alineados con lo que desean obtener.

Al final siempre dependeremos de la honradez del investigador y su rigidez frente a los diferentes intereses comerciales personales y de la universidad a la que representa. Presiones que todo profesional que se dedica a la investigación, sea en el campo que sea, conoce. Con este post no quiero decir ni mucho menos que toda la investigación esté corrupta ni mucho menos pero debemos admitir que siempre que algo depende de la buena voluntad de las personas estaremos sujetos a la honradez de estos. Según Maslow todos aquellos que se consideran su trabajo buscan el reconocimiento profesional y aquellos que lo obtienen puede ser debido a su propia brillantez y/o tenacidad o bien, en el caso de que no dispongan de estas virtudes, a las malas artes. Sea como fuere siempre habrá grandes investigadores que debido a su honradez nunca llegarán a recibir el reconocimiento que deberían. Evidentemente el principal perjudicado es toda la raza humana al ver como nuestro conocimiento se ve lastrado por unos mediocres que por no disponer de la inteligencia y perseverancia necesarias recurren a otras artes para conseguir el reconocimiento que ni les corresponde ni se merecen. Los mentirosos de la ciencia.

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