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Infodemia. ¿Cómo evitar que la sobreinformación perjudique a nuestra salud?

La infodemia es la mala compañera de la pandemia, donde el periodismo convive con la propaganda, y las noticias con […]

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La infodemia es la mala compañera de la pandemia, donde el periodismo convive con la propaganda, y las noticias con los rumores. A este ruido de fondo se une lo de los medios de comunicación y de las redes sociales. La inmediatez ha robado el protagonismo al análisis. La realidad es que estamos expuestos a un cambio de información muy rápido, y esto puede generarnos confusión y desconfianza, a través de un no parar de fake news. Compartimos contenido sin pensar y no todo es cierto. Las noticias falsas se propagan más rápidamente que un virus, pero, en este caso, la única vacuna es el criterio.

¿Cómo afecta la infodemia a nuestra salud? ¿Cómo podemos filtrar toda esta cantidad de datos que recibimos?

Vamos a contestar estas preguntas con tres generaciones de periodistas: el científico Jose Miguel Mulet catedrático universitario en Universidad Politécnica de Valencia, Sara Tabares directora deportiva de Performa, y el estudiante de periodismo Luis Bollá.

¿Se puede vivir en una sociedad informada y desinformada a la vez?

Se puede y se está viviendo en una sociedad informada y desinformada a la vez. Una cosa es la mala información, lo que significa que alguien no ha investigado bien, y otra cosa es la desinformación, porque hay gente que está encubriendo, mintiendo y disfrazando de periodismo cosas que no lo son. Lo que es tremendo el nivel de desinformación y de la eficacia de esta desinformación.

La desinformación ha existido siempre, el problema es que ahora tenemos más canales que antes: con una cuenta de X (Twitter) podemos simplemente montar un bulo con nada, y hay que saber vivir con esto. La competición por parte de los productores de información no es tanto por dar una información meditada, reflexionada y enriquecedora para el espectador, sino por quien da antes la información, aunque sea rápida e incompleta. Nos falta análisis, hay una competición por la inmediatez, y al final acabamos viviendo todo esto con una angustia tremenda, con una necesidad de tener las últimas noticias sin filtros, y la mayoría de las personas no tememos la capacidad para dar una perspectiva a todo esto, porque cuando deberíamos estar reflexionando sobre estos datos, nos sigue la siguiente información, y no somos capaz de darle todo un sentido. En esta vorágine nuestra reacción emocional es de dejarnos llevar por la angustia.

Lo de que se está hablando no es solo un problema del periodismo, sino de una industria, hay un negocio de desinformar que da rédito económico y político, hay grandes organizaciones y partidos detrás. ¿Pero cómo se filtra toda esta información? Cuando uno se asoma a un digital que sabe que ha mentido conscientemente varias veces, deja de ir a este digital. Esto se hace con criterio, se premia a los que son buenos informadores, y se castiga a los que son desinformadores. Esto es importante para la salud democrática, porque si premiamos a los contaminadores de la información, contribuimos a contaminar el sistema.

Es culpa en parte de los periodistas, porque hay que tener cierta muralla entre ellos y ciertos medios, pero es culpa también de la audiencia, porque si saben que algo es falso, pero sigue consumiéndolo, está contribuyendo a deteriorar el sistema.

En las redes sociales la gente consume lo que está de acuerdo con sus ideas previas, y cada vez le dan más la razón. Sin embargo, en las redes sociales, el anonimato es la norma de uso, no sabemos quién está detrás las cuentas que difunden el odio y la polarización. La gente puede utilizar mal las redes sociales, y la credibilidad de un usuario de Twitter ahora está por encima de una persona que lleva una carrera periodista enorme, falta un poco de ética en las redes, porque nos han enseñado a utilizarlas, pero no nos han enseñado lo bueno y lo malo. Detrás de esta polarización no hay ninguna responsabilidad, cuando las cosas se dicen en redes no hay un tribunal detrás, no hay más que la absoluta impunidad, y a veces aún no hay algún DNI detrás.

¿La prensa perdió objetividad polarizándose y radicalizándose?

Sí, pero hay gente que considera polarizarse a demonstrar con números que la otra parte no tiene razón, y esto no es sectarismo. Hay gente que dice la verdad y gente que miente, y decir quien dice la verdad y quién miente no es polarización, sino es periodismo.

Caso de un empresario de 27 años

Un empresario tuvo que cerrar su negocio por la pandemia y pudo volver abrir solo cuando acabó el confinamiento. Él pensó comprar la máquina de ozono, porque se estaba viendo en los medios que parecía una gran opción para eliminar el covid. Sin embargo, gracias al programa SER Saludable, descubrió que no era así: cuando estuvo buscando información se dio cuenta de que la inversión que iba a hacer no tenía todas las garantías. Entonces, ¿cómo es posible que los medios de comunicación dan estas noticias que pueden perjudicar a personas que la están pasando muy mal? La cuestión es que se puede decir que un aparato sirve para algo sin presentar pruebas, y vender cualquier cosa sin algún tipo de garantía. El problema es que las cosas serias que tienen garantía se mezclan entre las que no la tiene.

En conclusión, en un mundo inundado por la información, es esencial adoptar un enfoque consciente y selectivo para evitar que la sobreinformación nos perjudique. Hay que saber de que medio se toma la información, y entonces discernir la calidad y la confiabilidad de las fuentes. Filtrando la información, podemos protegernos de la saturación informativa, preservar nuestra salud mental y tomar decisiones informadas

Fuente del contenido:

Sara Tabares, Directora Deportiva y entrenadora personal de Performa. (Graduada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (Col. COLEFCV nº 62.850), Licenciada en Periodismo y Doctorando en Ciencias de la Salud)

Jose Miguel Mulet Salort, Catedrático universitario en Universidad Politécnica de Valencia. Investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP), centro mixto de la Universitat Politécnica de Valencia (UPV) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Luis Bollá, Estudiante de periodismo



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